Cultura

Poema de Luis Formaiano

(del libro "Poetas Profanos")

Los amantes

Viñetas de una pasión homoerótica

A las 17

En una terminal desierta

Te estaré esperando

Día uno

Prometieron verse

Lejos de todo

Incluso de ellos mismos

Un micro avanza con lentitud

El amante que viaja en él

Duerme con los ojos abiertos

Al final de la ruta

Alguien lo espera

Con el corazón desbordado

Y una ilusión conservada

En una marquilla vacía de cigarrillos mentolados

El micro llega con retraso

Al bajar, el otro amante está ahí parado

Esperando con lágrimas detrás de sus lentes oscuros

Un abrazo, como tantos otros

Pero diferente

Los amantes están solos en territorio desconocido

Se miran, se buscan, se sonríen

Se necesitan, se prometen, se callan

Por miedo a romper el ensueño

Caminan por la larga avenida

En dirección al hotel

Al final de la calle, el

Y un amor que no es ni podrá ser

Festejan la primera noche

Festejarán la segunda noche

Se aborrecerán en la tercera

Para reencontrarse en la cuarta

Tantos poemas no escritos

Tantas miradas esquuivas

Tanto corazón silente

Tanto tiempo desperdiciado

Mirando el mar, sentados uno al lado del otro

Dejan que sus miradas se pierdan en el horizonte

Que se vayan lejos

Donde tal vez se atrevan a lo que no se atreven en ese presente

Mas tarde, la piel de ambos habla a gritos

Pide, reclama, sentencia

Ambos combustionan en un abrazo

Y el cuarto del hotel se transforma en una hoguera

Silencio, noche, solo se escucha el mar

No duermen abrazados

Cada uno habita una punta de la inmensa cama

Cada uno defiende su puesto en el desierto blanco

Acaso es solo fragor?

Acaso hubo una malinterpretación?

No… lo que es, es, pero saben que no será después

El presente se les desvanece en las manos

Como la arena de l aplaya entre los dedos

Les carcome los ojos

Y los llena de dolor

Se eligieron sabiendo

Se amaron sin saber que podrían

Se necesitan sin decírselo

Se separarán heridos de muerte.

Quedate un rato más en mi vida

¿Cuánto es un rato más?

Desde ahora hasta que se termine el tiempo

Día dos

Amanece… cada uno en su trinchera

Un nuevo día entre lso días contados

Paseos silenciosos contra el azul del cielo

Las nubes negras van por dentro.

Se funden en un beso a la orilla del mar

Beso que se lleva el viento

Y se deshace en el cielo

Para volver a habitar sus labios transformado en un nuevo beso

Largas caminatas bajo el sol

Los llenan de energía y esperanza renovadas

Aunque no llegue a ser

Harán de cuenta que sí lo es.

Con esa mentira transcurre el día

Y una segunda noche de amor

Bajo la luz de una sola estrella

Que ominosamente anuncia una fatal noticia.

Y que quedará de nosotros

Absolutamente nada…

Día tres

A las seis de la mañana suena un teléfono

Un amante atiende, el otro duerme pesadamente

Alguien, amigo de ambos, ha muerto del corazón

La muerte horada el sueño de los amantes

Se entroniza entre ambos

Uno llora, el otro duerme

Pero el que llora, desespera

Siente que la muerte puede acontecer ahí

Entre ellos

A uno de ellos

Sin que el otro atine a nada

Morir en el silencio y la oscuridad de la noche

pero así como la vida puede apagarse de un soplo

También puede disolverse la historia que ellos viven,

Tejida con hilos de telaraña

Uno de ellos ya no volverá a dormir

La luz de la calle penetra por las cortinas

Que proyectan rectángulos luminosos

Que danzan, fantasmagóricamente, sobre la pared del cuarto

Solo, en su esquina, el amante despierto

Se arropa, atragantado por el miedo

La vida es eso

Un hilo fino y frágil

Esa comprensión permea todo su día

Porque el amor entre ellos es tan frágil como la vida

Visitan un museo, se sacan fotos

El mar de fondo cambia de color

Una única nube pende del cielo

Preludiando que esa noche habrá otra tragedia

Cuando los cuerpos vuelven a encontrarse en el desierto blanco

Uno de ellos lanza una confesión de amor desesperada

Que produce rechazo en el otro amante

Quien habló, se retira, llorando, a su trinchera

El amor duele,

El amor ilegal duele aún más

Y ciertas cosas nunca deberáin ser dichas

Porque rompen la magia de ese ensueño

Noche en vela

En espera

Detrás de la trinchera

Hay mucha soledad

El amante extiende su mano a través del desierto

Llega a la espalda del otro

Llevando una bandera blanca

Pero no hay donde asentarla

Esa espalda es una fortaleza dura como el acero

Retira su mano

Cubre su boca

Llora en silencio

Se apaga la noche

Lo que nunca puede olvidarse

Quema en el alma hasta la muerte

Día cuarto

Ultimo día completo

Otro museo, muchos silencios

Pero el amante de espalda de acero

Finalemnte cede.

Coloca su brazo alrededor del otro

Lo consuela, lo mima con ternura

Lo conduce al muelle

Donde le pide un beso

Luego del beso

Declara el muelle como propiedad de ambos

Y dice que cuando vuelva

El muelle los estará esperando

Ven la puesta de sol

El cielo se vuelve un telón

de celeste apagado

Sus almas se opacan

Con la última luz del día

Sale la primera estrella

Piden juntos un deseo

Se toman de la mano

El tiempo apremia

Desde la playa miran la costa iluminada

Como un mágico pesebre poblado de luces

El mar está calmo, inmóvil

El viento se detuvo

La luna en menguante

Comienza el duelo

Esa última noche cruazan el desierto

Susurrando en voz baja

para no despertar al silencio

Duermen casi abrazados

Protegiendo mutualmente sus sueños

Visitándose por última vez

Antes del adiós

La última mañana

Van a despedirse del mar

El cielo está negro

Lloverán lágrimas de tristeza

El muelle que compró su amor furtivo

Es hoy azotado por el viento

Borrando el recuerdo de se beso

Que se ahoga en el mar

Suben al micro

El amante de la espalda de acero

Toma de la mano al otro

Que se sorprende

ciertos gestos llegan demasiado tarde

El regreso es inminente

Ese gesto es como despertar en lo mejor de un sueño

Ese gesto se evaporará en la ruta

están volviendo a la vida

Habiendo atravesado la muerte

Sabiendo que su amor tiene fecha de caducidad

Esperanzados de que se día, tal vez, nunca llegue…

*******

La muerte

La muerte siempre estuvo presente en mi familia.

Como un integrante más,

se sentaba a la mesa entre nosotros

y no devoraba en una ceremonia de cierre

impregnando las manos de mi madre

quien, mientras me amamantaba,

lavaba cadáveres de desconocidos.

Se inmiscuía en nuestros sueños.

Los robaba, los deshacía

para volver a tejerlos de negro.

Como la oscuridad de la fosa.

En un silencio profundo

en el que solo se escuchan

los quejidos de la soga

mientras desciende el ataúd.

La muerte los sobrevivió a todos.

Ahora

espera poder llevarse a la lavandera

a quien ya abrazó varias veces.

Pero

decidió no llevarla aún.

Porque si lo hace

¿quién hablará de ella?

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